Si sus circunstancias familiares hubieran sido distintas, tal vez Jacques Fesch no se habría convertido en asesino. Pero se crió en un hogar sin amor ni respeto y vivió a la deriva. A los 23 años asesinó a un hombre en un intento de robo, y fue condenado a la guillotina. Pero en la cárcel Dios le salió al encuentro. En ese lugar de desesperación y sinsentido obtuvo la promesa del cielo y el significado de su corta existencia. En su diario, escrito durante los dos últimos meses de su vida, cuenta la admirable transformación que experimentó, guiado por el Espíritu Santo. Jacques Fesch es “El buen ladrón del siglo XX”.